El mito de Narciso es probablemente el primer relato relevante alrededor de la propia imagen, nos cuenta la historia que una ninfa amaba con devoción a Narciso, mientras que este con su gran ego y arrogancia la rechazó y ella enloqueció. Narciso fue condenado a amar su propia imagen y morir por ello. Un día se acercó al borde de una laguna y vio una bella imagen reflejada, al intentar alcanzarla cayó.

Sergio Blanco toma como punto de partida este mito para escribir La ira de Narciso,que relata en primera persona la estadía del autor en la ciudad de Liubliana a donde es invitado para dictar una conferencia magistral sobre el célebre mito de Narciso. Teniendo como único espacio escénico la habitación 228 del hotel en donde el autor se encuentra alojado, el texto nos narra los últimos preparativos de dicha conferencia al mismo tiempo que nos narra también los distintos encuentros que el autor mantiene en su habitación de hotel con un joven Esloveno que acaba de conocer por una aplicación de citas. A medida que la pieza irá avanzando y a partir del descubrimiento de una inquietante mancha de sangre que es imposible de limpiar – como si se trata de una nueva mancha macbethiana – el relato de la estadía del autor y de los encuentros nocturnos, irá dando lugar a la reconstrucción de un asesinato donde es el propio narrador quien lo re-vive en una suerte de laberinto que superpone distintos niveles de auto-ficción.

A través de una puesta en escena que pone énfasis en medios sonoros y audiovisuales, el personaje invita al espectador a recorrer un trayecto fascinante y arriesgado que de a poco nos va adentrando en el laberinto confuso del yo, del lenguaje y del tiempo, a la vez que irá abordando tema como la creación, la soledad, el deseo, la belleza y la muerte.